domingo, 23 de noviembre de 2008

¿Qué?

La noche se mantenía espesa entre los peatones de la Gran Manzana. La misma ciudad, los mismos grises despertares, las luces que iluminaban la nada cotidiana. Alguna vez escuche una canción bajo la voz de Sinatra, e imagine a este mundo como mi sueño ideal, como el Nunca Jamás de una adolescente citadina…mentiras, todas las estrofas fueron una gran mentira.

Mirándome en la vitrina de los electrodomésticos Juárez, pude ver lo que era. Ese reflejo idiota de una urbe idiota. Todo era cuestión de supervivencia. ¿Qué pasa si la manzana se pudre? ¿Qué pasa si solo soy un gusano más, tragándome el pecado de una putrefacta encarnación?

-¿Qué te pasa esta vez?- sus ojos eran demasiado grandes para no perderse en ellos- Ahm, otro delirio de tristeza-no era una pregunta, solo una tonta afirmación…una demasiado verdadera.

-Solo tu sabes cuando estoy triste de verdad- que falsedad tan grande, nunca podrías adivinar si estaba triste o si tan solo era un “delirio de tristeza”, como lo llamaba ella.

-Si, no ves que soy psíquica intrasensorial- alguien debería retratarla cuando dice cosas como estas, parece salida de un cómic de pobres trazos.

-Súper Monique, al rescate- murmure lo suficientemente alto para que me escuchara y se enojará…solo un poco

Después de golpe en la cabeza con su cartera de cuero marrón, caminamos juntas por el Central Park. De noche se veía mucho más interesante que de día, sin tantas familias, vendedores ambulantes y ciclistas. Como odiaba sus sonrisas perfectas, era demasiado aburrido ese cuadro de superfluos colores y matices irreales. Nunca compraría una obra de arte con una niña de blanco abrigo, rojo globo y sonrientes progenitores detrás de ella. Otro delirio de tristeza. No, era franca…maldita franqueza.

-Adiós Sol¡¡¡- me dijo mientras corría hacia la otra acera.

-SOLEDAD¡¡¡¡- le grite, mientras agitaba mi puño con rabia infinita-Sol, solo ella podría llamarme así.

Cada vez que me llamaba así, puedo jurar que a mi mente viene la imagen de un astro solar que en vez de abrigarnos con sus cálidos rayos de energía, nos cubría con unas lágrimas de fuego que no nos dejaban de quemar. Eso pasaría si el Sol jugará a ser nube. Pobre, nunca lo podría lograr.

Camine otra vez, cerca de una de estas tantas fuentes que poblaban el lugar. A veces no podía diferenciar entre una foca de piedra o un ángel de cal. Pero igual me encantaba el sonido del agua cayendo, me recordaba a la lluvia y…a eso. Nunca supe que era, pero cada vez que caían las gotas por fuera de mi ventana campesina, sentía en mi interior algo extraño, nunca pude describirlo bien, pero era algo como si me agitaran el corazón, tratando de que reaccionara…recordara…si, querían que recordara…pero… ¿qué?

Una sombra comenzó a perseguirme, una de esas tantas paranoias neoyorquinas. Saque de mi bolsillo el gas pimienta, podría no ser una paranoia después de todo. Y no lo fue, estaba ahí, demasiada oscuridad para verlo bien, pero sabía que era un hombre, alto, con un gabán negro, unos guantes blancos…había un brillo terrorífico en su ojos, algo que no era normal...